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Con "Placer y martirio", José Celestino Campusano da un inesperado giro "social" en su filmografía y regresa con una película polémica sobre la clase alta porteña que no convenció a muchos de sus seguidores que esta vez no le perdonan las malas actuaciones y una puesta en escena -premeditada o no- notoriamente amateur. ¿Retroceso o punto de inflexión?
(Foto: Placer y martirio / Daniela Reboiras)

Por Andrés Nazarala desde Buenos Aires

Si hasta ahora el cineasta argentino José Celestino Campusano había retratado la vida en los márgenes de Buenos Aires con honestidad y respeto, cambiar de foco social le ha significado también la adopción de un nuevo tono. Con vocación humorística -y un distanciamiento sarcástico de la clase alta porteña que ahora ridiculiza-, Placer y Martirio marca una ruptura estilística dentro de su filmografía y, según muchos de los espectadores, también un gran retroceso.

Las críticas -centradas principalmente en su amateurismo- no dejan de ser sensatas. Por su factura televisiva, sus malos diálogos y los clichés de su "intrigante" música incidental, parece una película erótica clase B. Esto se ve agravado por actuaciones caricaturescas que, aunque respondan a su habitual método de trabajo con no-actores, carecen del grado de verdad que esconden los personajes de sus films anteriores. Menos aceptable es que su siempre eficaz y tensa construcción narrativa (una de sus principales virtudes) no llegue a buen puerto por culpa de un final inesperado y desconcertante.

Pero Placer y Martirio no es un desastre. Primero, porque marca un punto de inflexión dentro de la filmografía de un cineasta contestatario que pareciera no seguir modas. Y también porque hay demasiada acidez detrás de su retrato de una mujer infiel que cae rendida ante un millonario abusivo.

Es, después de todo, una divertida historia de sumisión y sadismo ambientada en el corazón de una clase aburrida de sí misma, retratada en los escenarios reales por los que circula y también en los espacios privados donde desata sus vicios. Desde restaurantes de lujo, hoteles, aviones y orgías, Campusano elabora su gran mofa a los ricos y poderosos de un país fragmentado.

Por último, una infidencia. Hace dos años, tras asistir a la función de Los Bastados en el Festival de Cine de Valdivia, el director argentino comentó que la de Claire Denis era la peor película que había visto debido a su cruel misantropía. Placer y Martirio chapotea también sobre los nocivos caprichos sexuales de la clase acomodada pero lo hace lejos de la oscura virulencia y los golpes de efecto cocinados por la realizadora francesa. Pareciera ser que, incluso cuando intenta ser corrosivo, Campusano no puede dejar de empatizar con el ser humano y sus contradicciones.

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