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El placer de la repetición

Por Jorge Morales

La mejor y más graciosa anécdota del Oscar fue obra y gracia de Luis Buñuel. Cuándo le fueron a preguntar si creía que su película El discreto encanto de la burguesía (1972), nominada por Francia, obtendría el Oscar a mejor película extranjera, soltó una "infidencia": "Sí, estoy convencido, ya he pagado los 25 mil dólares que me pidieron. Los americanos tienen sus defectos, pero son hombres de palabra". Pese a la obviedad de la broma, hubo cierto escándalo, y el productor Serge Silberman se deshizo en disculpas. Sin embargo, tras recibir el galardón (aunque no asistió a la ceremonia), mordaz y sin una pizca de arrepentimiento, Buñuel confirmó: "Los americanos tienen sus defectos, pero son hombres de palabra".

Convengamos que Buñuel en algo tenía razón. En el Oscar, más allá de la celebración al cine y sus estrellas, lo que más huele es a dinero. Todo lo que se suele decir es cierto: que en los Oscar no siempre recompensan la calidad, que las campañas de promoción son fundamentales, que la Academia muchas veces castiga o premia por razones externas al cine, que sus votantes son caprichosos, etc. Pero sigue siendo muy importante el dinero. Lo que se invirtió, lo que se ganó y lo que se perdió en el año. En el fondo, es una gran reunión de accionistas, donde se evalúa el desempeño de la empresa y se premia al "empleado del mes". Eso no quiere decir que no les importe el cine. Les importa, y mucho, porque mal que mal es su negocio. Pero difícilmente, por ejemplo, la Academia va a premiar una cinta que sea un derroche de talento e innovación cinematográfica pero haya sido un completo fracaso en taquilla. Nadie quiere celebrar al genio-inútil de la familia que los ha dejado en bancarrota. Al final es un premio que trata de combinar de manera sana y enfermiza arte e industria.

Un Haneke sorprendentemente sonriente con su Oscar por Amour

Por eso, las apuestas más seguras, los cálculos más precisos, suelen quedar en meras especulaciones. El Oscar es tan impredecible como una reñida elección política. Se dijo que No hizo una gran campaña, pero que Amour tenía el premio cocinado desde hace rato. Igual tesis se manejó en 2011 con el mismo Michael Haneke con La cinta blanca frente a El secreto de sus ojos, pero terminó ganando la argentina. Por eso rondaba la sensación de que era imposible que No venciera porque la Academia no iba a darle de nuevo la espalda al cineasta austríaco. Pero pudo ocurrir, aunque no ocurrió. Que finalmente el premio haya recaído en Haneke confirma una de las tesis posibles, pero sólo una. De suceder algo distinto, hay otra lista con tesis igual de válidas para cada candidata (no sólo para la chilena). Más allá de lo que reporta al director o al país que representa (en los hechos, otra "ganancia" incierta e imposible de cuantificar), el premio resulta atractivo porque siempre ofrece sorpresas. Pero al mismo tiempo, esa incertidumbre, es la demostración más gráfica de su incompetencia como balanza de medición artística. Todo el mundo lo sabe. Pese a eso, la esquizofrenia es tal, que se le ama y desprecia con igual intensidad que a un mal padre.

El Oscar es un premio entregado por un "jurado" que tiene 6 mil miembros, que no varía sustancialmente en el tiempo, y que incorpora 150 nuevos votantes cada año (gente de la industria invitada y aceptada por un comité colegiado). O sea, un grupo que se avejenta rápido y rejuvenece lentamente. Por eso la larga lista de ninguneos y desaciertos que ha marcado su historia no es responsabilidad de un grupo perdido en la noche de los tiempos, todavía muchos de esos "criminales" siguen votando año a año. Son a esos mañosos miembros a los que hay que seducir para que vean tu película… o para que voten por ella sin siquiera haberla visto. Y nadie sabe, en efecto, el resultado de todas esas estrategias hasta el recuento.

En ese sentido, la comparación que se suele hacer con el fútbol no es válida. Como dicen los comentaristas deportivos, las estadísticas ayudan, pero los resultados se ven en la cancha. Todavía en el fútbol la posibilidad de sorprender y de cambiar la historia sigue estando en la capacidad de un equipo específico contra un rival específico a una hora y lugar específicos. Puede haber interferencias, trampas u obstáculos como una lluvia inclemente, un árbitro saquero, una bengala o la "mano" de Dios. Pero no hay un jurado que determine el resultado. Sigue primando por sobre todas las cosas la habilidad de los jugadores para obtener un triunfo.

Los nominados a Mejor Película en Lengua Extranjera

Los premios en el cine, en cambio, dependen mucho más del factor humano. Y en los Oscar hay 6 mil factores humanos. Como cualquier premio de cualquier festival en el mundo, los Oscar son falibles. Pero en Hollywood la falibilidad está aceitada partiendo por las nominaciones. Lo que se dejó adentro es tan importante como lo se dejó afuera. O, realmente, el grupo de películas que postulaban, ¿son las mejores películas de todas las películas que se estrenaron el 2012? Desde luego que no. Pero alguien tiene que elegir, y elegir es humano, y no hay nada tan humano como equivocarse.

De cualquier manera, la fiebre que precedió estos premios se desvanece rápido. Más todavía cuando se ha perdido. Porque si No hubiese ganado, todavía estaríamos teorizando y celebrando, y este texto no hubiera envejecido tan rápido. ¿A quién le importa el Oscar a más de un mes de su entrega? Probablemente, sólo a Larraín y sus distribuidores que ven con muy buenos ojos el efecto mediático que tuvo la nominación: No está logrando un éxito inusitado para una cinta chilena en Francia acercándose a los 200 mil espectadores que logró en Chile.

Lo singular –y odioso- es que este circo se va a repetir interminablemente. Y si tenemos una nueva candidata (Dios nos libre), tendremos un regadero de críticos-psíquicos con múltiples análisis que justifiquen sus profecías y cálculos, minuto a minuto, segundo a segundo. Y siempre habrá espacio para la cínica editorial de alguien que trata de poner los pies sobre la tierra, quejándose de tanto abuso mediático (mientras revisa cada minúscula notita informativa), y que empezará recordando la trasnochada anécdota de un maestro y su Oscar de 25 mil dólares.

 

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