Por Jorge Morales

El mayor mérito del talentoso Ernesto Díaz es que ha logrado reinterpretar géneros donde el cine chileno no tiene prácticamente ningún cultor. Primero, los filmes de karate con Kiltro, luego los superhéroes con Mirageman (su mejor cinta) y finalmente los espías con Mandrill. Pero a Tráiganme la cabeza de la mujer metralleta cuesta encontrarle filiación. Es cierto que desde los créditos quiere ser "latinxplotaiton", la versión latina del cine de explotación que se hizo mítico en los 60 y 70 (género de extrema violencia y sexo), pero las referencias son ambiguas. Y por otro lado, el sarcasmo –que ha sido clave en sus películas- resulta menos funcional porque toda la historia es a la chacota. En sus filmes anteriores, su protagonista, Marko Zaror, siempre se mantenía serio como si estuviera interpretando a Shakespeare, lo que generaba un desencaje muy divertido. Acá el actor protagónico Matías Oviedo no lo hace mal, pero no se genera ni se busca ese choque. El papel de Fernanda Urrejola –que pese a ser una asesina despiadada (la mismísima mujer metralleta)- podría cumplir ese rol, pero es demasiado inverosímil. Y es por ahí donde la película no cuaja: el mundo retratado es tan absurdo y poco creíble que termina siendo una parodia de sí mismo. Si los personajes tuvieran un mínimo desarrollo (incluso, casi todos desaparecen o mueren a la siguiente escena), no se sentiría tan débil su estructura. Y si al menos las escenas de acción –que eran también uno de los fuertes de Díaz- fueran mejor logradas, el resultado no sería una decepción.

Publicado en el suplemento KU del Diario Austral / Sábado 6 de octubre de 2012