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Actuando con Raúl Ruiz Herencia espectral

Chamila Rodríguez fue una de las pocas actrices chilenas que tuvo el privilegio de trabajar con Raúl Ruiz en cine, radio, teatro y televisión. Una cercanía que la mantuvo alrededor del entorno familiar y de amistad que Ruiz tenía en Chile en sus múltiples y largas visitas. En este texto, Chamila nos cuenta sus diversas experiencias con nuestro cineasta, de su forma de dirigir, de su amor por la buena mesa y de la que fue su última película, La noche de enfrente, que dejó completamente terminada justo antes de morir, y donde ella tuvo un importante rol.
(Foto: Inti Briones)

Por Chamila Rodríguez Ávila

Las primeras veces que escuché hablar sobre Raúl Ruiz, fue cuando estudiaba teatro. No conocía casi nada de su filmografía, pero quedaron en mi memoria secuencias de Tres Tristes Tigres que tuve la suerte ver no sé por qué milagro.

Con el tiempo egresé como actriz y comencé a actuar en cine. El cineasta Andrés Racz me llamó para interpretar a China en su película Tendida Mirando Las Estrellas. Raúl vio esa película y le encantó. Le preguntó a un amigo director de fotografía, "¿quién es esa actriz con cara de gato?". Por esa película provocadora y marginal, fue que con el tiempo me invitó a trabajar con él, a ser parte de esa increíble familia creativa.

Nos hicimos amigos. Nos juntábamos seguido, siempre alrededor de la mesa, con buen vino tinto y la famosa "sala de máquinas" al lado, un equipo de mujeres "alquimistas" que ejecutaban las secretas recetas que Raúl traía de diferentes latitudes de Chile y el mundo. En la pequeña cocina del departamento de la calle Huelén, el paladar de los presentes siempre se deleitaba con el sabor de cada una de las comidas.

Ruiz y la radio de Cannes (Foto: Inti Briones)

Mis dos primeros trabajos con él y su equipo de producción fue en los videos de la obra de teatro de Benjamín Galemiri, Infamante Electra, como coordinadora en el set, y luego haciendo catering en la grabación de una cortina para el Festival de Cannes. Fue una experiencia mágica. Su idea fue loca desde un principio. Mandó a construir una radio antigua de proporciones gigantescas para ponerla en un campo enorme en las afueras de Santiago donde no había nada. En esa radio hiperbólica entraron más de cien extras, en su mayoría peruanos, que representaban a los collas, una tribu de indígenas del Altiplano. Éramos una pequeña multitud sumando a todo el equipo técnico y creativo. Preparamos un rico asado al aire libre, con choripanes acompañado de mi pebre de tomates, cebollas, ajos, jengibre, merquén, limón, cilantro, aceite de oliva y sal. ¡Me quedó muy re rico! ¡Fue un éxito! Filmamos todo el día… Recuerdo que ese fue mi descubrimiento de un gran maestro de verdad, un gigante.

El primer viaje actoral junto a Raúl fue en Los Cinco Sentidos un radioteatro que escribió y dirigió como homenaje a Gabriela Mistral. Ahí interpreté dos personajes. Nunca nos dio el guión para leerlo y estudiarlo. Sólo llegamos al estudio y comenzamos más bien a jugar. Así salió un diálogo espontáneo y fresco, que hoy lo escucho en la radio y me parece como estar metida adentro de un cuento en una pensión de ciegos.

Siguieron los encuentros en su departamento de la calle Huelén junto a más amigos: José Román, Ignacio Agüero, Marcial Edwards, Inti Briones, Andrés Racz, Waldo Rojas… y a sus amadas mujeres, su compañera incondicional de toda la vida, Valeria Sarmiento, directora y montajista, y su madre, doña Olga, que tiempo después terminó adoptándome como su nieta regalona. Ella me llamaba por teléfono y me decía "te invito a tomar té" y yo partía corriendo a verla. Me hacía muy feliz. Terminábamos en su dormitorio leyendo poesía de Gabriela Mistral. Tenía casi cien años, y hasta el último minuto de su vida, estaba lúcida y divertida, llena de conocimiento, con una memoria impresionante igual que la de su único hijo.

Un día apareció Raúl con el guión de La Recta Provincia (la serie de TVN), un texto hermoso y arriesgado, un laberinto de brujería contenido en relatos de su querido Chiloé entrecruzados con historias del campo y recuerdos de su propia infancia.

Me dijo que tenía dos personajes que podía interpretar: La Viuda o La Virgen. Devoré el guión en muy poco tiempo, felizmente pérdida en esos textos, de imágenes y personajes mágicos. Me atrapó el personaje de La Viuda. El problema es que sólo aparecía en dos capítulos de la serie y el de la Virgen aparecía en más. Le dije, "bueno, Raúl, ya leí todo el guión y pucha me gustan los dos personajes. El de la Viuda me gusta más, sólo que aparece poquito y yo quiero estar en toda la serie. ¿Cuál me vas a dar?". "Elige tú", me contestó. ¡Chuata! Pese a todo, finalmente escogí a La Viuda. Después me reúno nuevamente con él y me pasa un nuevo guión de La Recta Provincia. Tenía ochenta páginas más que la versión anterior. "Bueno, finalmente harás a La Viuda" –me dice Raúl- "pero tendrás mucha más presencia. Cuando leas lo que agregué verás que La Viuda se transforma en La Moza, un personaje que se le aparece en sueños al Paulino (el protagonista de la historia interpretado por Ignacio Agüero)".

Raúl me dio varias referencias para estudiar, incluida a La Viuda que estaba en la mitología chilota. Era una mujer que se subía a los árboles y saltaba de uno a otro como un verdadero animal. Se lanzaba sobre los hombres a los que quería cocinar en asados para después comérselos mientras agonizaban. Sentada en un sofá antiguo, mi Viuda pedía a la cocinera del lugar La Quitapensiones: "Resérveme las criadilla y las tetillas…, yo como poco, pero bueno" remataba.

Estaba totalmente imbuida en el proyecto. Pensaba, actuaba, soñaba todo el día y la noche, sumergida y extraviada en La Recta Provincia.

Rodaje de La Recta Provincia (Foto: Andrés Racz)

El primer día de rodaje llegamos a Santa Filomena, en Calera de Tango, a las afueras de Santiago. Era un campo bello, donde estaba la casona en que vivían Rosalba (Bélgica Castro) y su hijo Paulino (Ignacio Agüero). Mientras el equipo de arte, de cámara y producción armaba el set, a Bélgica, Nacho y yo nos maquillaban y vestían para quedar completamente transformados. Estaba muy nerviosa. Era mi primer día de filmación, mi primera vez dirigida por el maestro. Pasaron unos minutos hasta que Raúl apareció con su paso lento, tranquilo y su sombrero verde de filmación y nos saludó cariñosamente. Lo único que se me ocurrió hacer fue irme de ahí y salir de la casona. No conocía el lugar y comencé a caminar rápido por los alrededores. Recuerdo haber entrado en un estado muy especial, poseída de no sé qué espíritu brujo. Miraba detenida cada árbol, me llamaban la atención los sonidos prístinos del campo, me quedaba muy sorprendida escuchándolos. Después de un rato, me detuve en una animita escondida, en la que había una estatua linda de la virgen y recé, recé, agradecí estar ahí en ese lugar, trabajando con un director al cuál admiraba tanto. De pronto, sentí una presencia fuerte, alguien que estaba detrás de mí mirándome desde lejos. Me di vuelta y era Raúl que me hacía un gesto para que me acercara porque quería conversar conmigo.

-No vamos a empezar con tu primera escena, la que está escrita en el guión, esa la haremos en la tarde –me dice-. Ahora quiero que hagas todo lo que acabas de hacer apenas saliste de la casona.

Quedé plop!

-Pero, ¿cómo? ¿Qué hice, Raúl?
-Saliste como una gata de campo, recorriste los caminos, corriste en zigzag y te detuviste en silencio frente a una animita –me dice describiendo paso a paso, todo mi recorrido.

Y bueno, ahí recién comencé a conocer sus directrices con los actores. Él me observaba y sacaba de mi todo lo que yo no veía.

Terminamos las últimas escenas de La Recta Provincia en Putaendo con mi personaje de La Moza saltando y bailando al ritmo de Los Chinos, un grupo nortino que danzaba en círculos cantando y tocando instrumentos sobre un lugar muy árido.

Con el tiempo, tras su exhibición en televisión, Valeria Sarmiento y Raúl Ruiz hicieron el montaje de la película, que se mostró en Italia en el Festival de Roma, causando ovación en el público europeo. La Recta Provincia, se trabaja hoy, para terminarla en cine y que pueda ser estrenada en Chile y el extranjero. Fue uno de los últimos deseos de Raúl antes de partir.

Raúl Ruiz ensayando con Chamila Rodríguez y Pedro Vicuña en Litoral (Foto: Verónica Astudillo)

Más tarde vino Litoral una nueva serie de TVN en cuatro capítulos. Ahí interpreté el papel protagónico, Amelia López, que según Raúl era una y muchas mujeres a la vez, una "atemporal", porque aparecía en distintas épocas de la historia de Chile. Tenía que transformarme en una dama y representar más edad. La indicación principal de Raúl era que nunca, pero nunca sonriera. Siempre debía estar muy seria. Me costó un poco. En algunas escenas, cuando tendía a aparecerme una leve sonrisa, Raúl paraba la grabación: "Chamila, siempre seria".

Con Raúl todo era un misterio. Aprendí a memorizar exactamente sus textos, coma a coma, punto a punto. Cada palabra y frase la respeté, me armaba una idea de lo que podía pasar durante la escena, pero a veces no servía de nada. Yo llegaba al set y Raúl se imaginaba algo para la puesta en escena absolutamente distinto de lo programado, algo totalmente inesperado. Sólo me entregué al juego, sin miedo y con mucha alegría, ya que sentía una conexión con el maestro quizás de otra vida…

Estuvimos una semana filmando Litoral en distintos puntos de Valparaíso. Una mañana cuando estábamos en la costanera del puerto, todos listos para comenzar a filmar, Raúl decide que el tren donde yo debía subir estuviera en marcha. Se trataba de un tren muy antiguo de los años treinta y la producción comenzó a buscar por todo Valparaíso al único maquinista que sabía manejarlo. Pasaban las horas y ahí estábamos esperando y del maquinista, nada. Llegó la hora de almuerzo y Raúl dijo "voy y vuelvo". Antes de partir me preguntó, "¿cómo estás ahora para aprenderte una escena nueva que voy a escribir?". "Bien po" le dije algo sorprendida.

"Ven, siéntate aquí, te voy a dictar" (Foto de Litoral: Verónica Astudillo)

Durante el almuerzo, apareció el maquinista, y tras el bajativo, regresó Raúl con la nueva escena prometida. Dos páginas escritas de su puño y letra en un cuaderno. "Ven, siéntate aquí, te voy a dictar" dice. Me sentí como si estuviera en el colegio. Sentada frente al mar, reescribí esas dos hojas de hermosa poesía inspiradas en esa vuelta que fue a dar en un "voy y vuelvo" a quizás qué lugar escondido de Valparaíso. Una parte de la escena dice así:

Amelia López: Aquí vivo. Éste es mi reino: un coche carro comedor. Aquí vivo y aquí peno. Aquí pago mis faltas. Más que nada las faltas que no cometí, ni pensé cometer.
Policarpo: ¿Este tren es suyo?
Amelia López: Mío y bien mío. Lo heredé de mi padre. Soy, fui, hija del zar de los camiones frigoríficos de la región de Chiloé. Mi padre siempre supo que yo penaba y moría por un tren de los de antes. Ésta fue mi herencia.

Había un texto que sí estaba en el guión desde un principio y que me gusta mucho, dice así:

Amelia López: No le voy a contar mi historia. No tengo historia. He pasado toda mi vida en esta casa. Me trajeron cuando tenía cuatro años. Crecí aquí. No fui a la escuela. Esa vitrola me enseñó a leer y escribir la historia de los hombres que nunca conoceré.

Después Raúl se fue nuevamente a filmar a Europa Misterios de Lisboa, pero antes de partir me habló de La Noche de Enfrente, un libro de cuentos de Hernán del Solar. Me dijo que lo buscara y lo leyera. Una nueva idea se traía en mente.

Con el tiempo se enfermó gravemente de un cáncer al hígado. Estuvo muy mal casi todo un año hasta que le hicieron un transplante. Poco a poco se fue recuperando hasta que apareció en noviembre de 2010, con una obra de teatro que iba a dirigir aquí en Chile: Amledi, el tonto. Tuve el privilegio de acompañarlo en este nuevo vuelo interpretando a La Dama de Blanco.

La obra Amledi, el tonto, escrita y dirigida por Raúl Ruiz (Foto: José Luis Rebolledo)

Ensayamos un conjunto de 20 de actores de muy distintas generaciones y escuelas de teatro, más cuatro músicos tocando en vivo dirigidos por Jorge Arriagada. Durante noviembre y diciembre, ensayábamos todo el día, de lunes a sábado de 10 de la mañana a 7 de la tarde con un par de horas entremedio para almorzar. Fue una experiencia exquisita e interesante por la mezcla y diversidad del grupo.

Después del estreno en el Teatro Municipal (en el contexto de Teatro a mil), Raúl llegaba en la tarde, antes de cada función a saludarnos, se paseaba por los camerinos de los actores y actrices, conversaba, se divertía, veía un poco la obra y se iba de manera fugitiva.

Recuerdo haberlo visto en todo ese proceso de ensayo y funciones muy pero muy contento, disfrutando la vida y el milagro de haber sobrevivido a la muerte y el estar ahí creando, dirigiéndonos.

Después de varios meses en Chile, Raúl recibe la noticia que ganó el Fondo Audiovisual para filmar La Noche de Enfrente. Obediente, yo ya había leído los cuentos de Hernán del Solar que Raúl me indicó años atrás. A mí me gustaron mucho tres cuentos de ese libro, Rododendro, Pata de Palo y La Noche de Enfrente y coincidió que justo eran los que se había inspirado Raúl para escribir su guión.

Me citó a conversar en una reunión para contarme el personaje que siempre pensó para mí, Rosina, un rol dulce y hermoso de niña-mujer que vivía en una pensión olvidada del norte de Chile. Filmamos los interiores durante 20 días en Santiago, y los exteriores se filmaron luego en el norte, cerca de Antofagasta.

El maestro se veía bien, muy contento, tranquilo, pero un poco cansado y frágil. La Noche de Enfrente es su testamento, su obra terminal. En esa película existe una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y el pasar del no-tiempo, dentro de un contexto de cuentos de misterio y percepciones sensoriales, metafísicos ligados a pasajes de su niñez. Cuando la película sea estrenada, doy fe de que todos nos haremos "millonarios" con su generosa herencia espectral.

Chamila Rodríguez en La Noche de Enfrente. Al fondo, Raúl Ruiz revisando el guión (Foto: Diego Lazo)

Una de las últimas veces que lo vi fue cuando me invitó Valeria a tomar el té a su departamento de Huelén. Les conté que tenía dos meses de embarazo y que recién me había enterado. Entonces me di cuenta que había rodado toda la película La Noche de Enfrente, embarazada. Como ya era tarde, yo ya tenía que volver a mi casa y Raúl me invita a cenar: "Hay pescado al horno con guindas, almendras con nueces, miel y aceite con pepita de uva, que cocinó Sarita". La linda Sarita trabajaba con doña Olga y se quedó después de su muerte junto a Raúl y Valeria como contramaestre de la "sala de máquinas".

Nos sentamos a cenar y comenzamos a recordar películas. Me preguntó sobre el documental que estamos haciendo con Galut, mi pareja y padre de Aimar, mi futuro hijo. Una biografía en movimiento sobre la vida y trayectoria de su padre, Luis Alarcón, amigo y cómplice de Raúl desde hace muchos años y películas.

Pasaron los días y llegó la última noche que nos reunimos en Huelén, yo iba a despedirme de los dos, ya que partían nuevamente a París. Conversamos en el living y Raúl tenía que ir al lanzamiento de un libro que se escribió sobre su filmografía, Valeria no podía ir y me pidió que acompañara a su hombre y que lo cuidara… Salimos con Raúl, caminamos hasta Providencia y volamos y sobrevolamos hasta tomar un taxi. No paraba de hacerme preguntas sobre mis futuros proyectos, mi embarazo, sacando la cuenta de cuántos meses tendría cuando volviera a dirigir Amledi, el tonto ya que estaban programadas varias funciones teatrales para unos meses más. Pensaba en cómo incorporar mi embarazo al personaje.

Llegamos al lanzamiento en el cine arte Alameda. Estaba lleno de gente. Nos sentamos y nos empezaron a rodear muchas personas, algunos amigos como Pepe Román y Carlos Flores. Pasaron algunos minutos y me dijo que no se sentía muy bien, que se quería devolver a su departamento, pero que yo esperara el libro para dárselo después. Lo dejé en un taxi, afuera en la Alameda, me dijo "chao, espera el libro". Ésa fue la última vez que lo vi.

"Habladurías, paseante.
Habladurías de la gente.
Nadie ha muerto a nadie.
No le crea a los diarios.
Se mudaron, eso sí.
Se mudaron al otro mundo."

Texto de La Noche de Enfrente, la última película escrita y dirigida por Raúl Ruiz.

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