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El regreso Días de campo

Elegida como mejor película chilena del año 2005 en encuesta a 17 críticos convocados por Mabuse

Por Pamela Biénzobas

Es curioso que después de treinta años sin rodar una película de ficción en Chile, Raúl Ruiz haya elegido volver con Días de campo. ¿Es curioso? Si ya estamos hablando de Ruiz, ¿se puede decir que algo es curioso? Quizás haya que partir de la base de que con él es posible -y necesario- esperarse cualquier cosa.

Hace treinta años, Ruiz no había filmado más que el prólogo, por decirlo de alguna forma, de lo que hoy es su obra. Pero esa introducción ya era una obra en sí. Y si bien durante las tres décadas siguientes no ha parado de producir a un ritmo frenético en Francia, no hay que olvidar que cuando llegó de Chile los cinéfilos franceses ya estaban enamorados de su obra, que habían descubierto con Tres tristes tigres.

Claro que Días de campo muestra una cara de Chile harto distinta a la de las erráticas andanzas urbanas de los personajes de Alejandro Sieveking, y mucho más cercana a la del mediometraje La Expropiación (aunque sin reforma agraria de por medio). Es el Chile rural, descrito en los relatos de Federico Gana, que están a la base de la historia. El de los latifundistas ociosos y de los trabajadores abnegados y subyugados. Y el de los fantasmas (como en La Expropiación; bueno, como en Ruiz) que comparten con los vivos con la mayor naturalidad.

Realista o surrealista -por usar las clasificaciones de las que se burla la película-, urbano o rural, actual o de época, lo que no cambia, en todo caso, es el absurdo. O ¿por qué no? la lógica flexible típica de los universos creados por el cineasta. En la presentación en Francia de Días de campo, Ruiz decía al preguntarse qué es una ficción chilena, en algún momento habría respondido que 'una ficción sin atributos', mientras que hoy diría más bien que es "una película en que todos los elementos locales serían, ante todo, sujetos de asombro y de extrañeza, donde lo fantástico fluiría naturalmente de pequeños acontecimientos sin historia"

Algo así es Días de campo: un flujo natural de anécdotas, diálogos y también de pequeñas intrigas que van dibujando un retrato de un mundo que, dentro de la misma película, ya ha desaparecido. Porque la narración se desarrolla en más de un tiempo, aunque pasado, presente y futuro no estén tan bien delimitados. Y es que esa ubicuidad de los fantasmas puede ser un poco confusa, no tanto para el espectador como para ellos mismos o para el hombre vivo que alguna vez fueron.

De partida, para Federico, el personaje principal, a quien vemos a los sesenta y tantos (encarnado por Marcial Edwards) y ya después de muerto (Mario Montilles), con su novela siempre en camino, pero nunca terminada; con sus recuerdos, evocados en un bar santiaguino, de cuando vivía en el campo y la ama de llaves Paulita (Bélgica Castro) le ponía nombres a las goteras que aparecían y se desplazaban aunque no hubiese agua.

Es en torno a ella que se teje la anécdota más clásicamente elaborada de la trama: la del hijo que se fue hace tanto tiempo, pero que sigue escribiendo regularmente. Claro que según los rumores no está donde dicen las cartas. ¿Quién es y dónde está? ¿Y de dónde vienen esas cartas? Nada de gran importancia; sólo excusas para pintar ese retrato de un Chile campesino en que cualquier cosa podía pasar, y en que las leyes de nuestra realidad no se aplican.

Para encarnar su galería de personajes absurdos pero entrañables, Ruiz reunió una galería de actores de renombre, como Bélgica Castro, Rosita Ramírez, Francisco Reyes o Amparo Noguera, además de otros personajes menos acostumbrados a estar frente a la cámara, como el documentalista Ignacio Agüero, el cineasta Carlos Flores o la escritora Mónica Echeverría.

Aunque de manera más o menos explícita el cine de Ruiz seguía mirando hacia Chile desde Europa, con Días de campo el cineasta entrega su mirada de Chile desde un Chile rememorado y reencontrado.

Días de campo
Chile, 2004
Dirección y guión: Raúl Ruiz
Producción: François Margolin
Fotografía: Inti Briones
Montaje: Jean-Christophe Hym
Música: Alfonso Leng y Jorge Arriagada
Elenco: Marcial Edwards, Mario Montilles, Bélgica Castro, Ignacio Agüero, Francisco Reyes, Rosita Ramirez, Amparo Noguera, Poli Délano.
90 minutos

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