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Film Estreno

Turistas

Gente de ninguna parte Turistas

Por Jorge Morales

En el inicio de Turistas, Carla (Alice Kuppenheim) y Joel (Marcelo Alonso), un matrimonio cuya sola apariencia delata que están crisis, tienen una pelea cuando ella confiesa haber abortado el hijo que esperaban. Nunca se entiende la razón precisa de esa determinación. Más allá de que es un síntoma evidente de la inestabilidad de la pareja, que la concepción fue un "accidente" y no un embarazo deseado, o que es una decisión simbólica de emancipación femenina e independencia, lo verdaderamente chocante es la completa desafección con que Carla hace la revelación. Esa falta de empatía y agresividad hacia su esposo al divulgarle sin anestesia lo que hizo, es tan enigmática como devastadora entregando los momentos más sensibles de la cinta pese a que estan filmados sin ningún dramatismo. Lo que queda entre la frialdad de Carla (en una cínica defensa de su cuerpo como propiedad) y el dolor de Joel, trasunta verdad y humanidad: dos personajes atribulados manejando con torpeza sus emociones y las consecuencias de sus actos.

Aline Kuppenheim y Diego Noguera

Sin embargo, este prometedor prólogo es un espejismo. Porque si bien es cierto que Carla desde un principio asume su aborto con una gran liviandad de espíritu –como quien literalmente se saca un peso de encima-, jamás se le da sentido a su acción en el futuro. No hay remordimiento, ni culpa, ni pena... O alegría, digamos pensando que sea la señal para un cambio real. Es como si el aborto fuera un punto de inflexión sin contenido, un mero trámite que involucrara sólo aspectos sobre la libertad de la mujer y su voluntad de decidir si quiere o no ejercer su maternidad. Pero considerando que en Chile el aborto sigue siendo un tema de debate "valórico"  (aunque sea un tema de salud pública) y sobre todo, que se trata de una práctica ilegal -y  por lo tanto una resolución de esa naturaleza generará necesariamente una secuencia de hechos confusos y turbios para concretarse-, la idea pierde toda consistencia. No se trata de cuáles sean nuestras posiciones personales sobre la materia, lo que quiero decir es que al omitir las dificultades de llevarlo a cabo, la directora Alicia Scherson desvincula al personaje de la realidad, y de los efectos emocionales que conlleva. El aborto y el quiebre con su pareja no es el pie inicial para un viaje en que Carla se recupere de una situación evidentemente traumática (aún cuando sea una decisión asumida con serenidad), se descubra a sí misma (o se busque al menos) y recupere sus ansias de vivir y recomponga aquello que se ha roto, es sólo una circunstancia sin importancia que la deja sola en el inicio de sus vacaciones, deambulando media perdida, pero sin dolor. Incluso luego, cuando vuelve a reencontrarse con su marido, ni siquiera se refieren al tema  y él parece completamente resignado. Es como si Scherson hiciera preguntas de las que no sólo no sabe las respuestas, sino que hasta olvidó que las había hecho.

Si me he concentrado fundamentalmente en este punto inicial, es porque grafica la esencia y debilidad de la película. Scherson anula la emoción, y no se hace cargo de los elementos que pone en juego. Lanza una bomba que no deja heridos. No es que la película tenga que girar sobre esta circunstancia, como en la rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días, o tratarlo de manera tangencial (como en El silencio de Lorna), pero obviarlo cuando se trata de un gatillador, es un error estructural. Y así cómo mira a Carla desvinculada de los hechos y sentimientos de su pasado inmediato, mira al resto de los personajes con la misma distancia y curiosidad científica. Pero es tan pobre la complejidad de la construcción de cada uno de ellos, que poco y nada hay para descubrir fuera de lo superficial. Un conjunto que no tiene ningún arraigo con la realidad y cuyo interés reside en sus particularidades o extravagancias y en que buscan –como Carla- ocultarse, disfrazarse o mimetizarse con otro para no ser ellos mismos. El guardaparques que oculta un pasado como un conocido cantante popular, las primas que se fusionan como si fueran una sola (aparte del chiste que se llaman igual), y desde luego, el chico "noruego". Toda una fauna de cartón piedra –a la que se suma la familia del camping y la pareja gótica (un par de extras que son parte del decorado)- sin carne ni espíritu, pero que más por presencia o empatía que por los escasos matices de los personajes, Aline Kuppenheim y Diego Noguera sacan adelante.

Esta premeditada distancia a la que se ha tildado de estilo, es más bien una limitación dramática. Porque no se suple la emocionalidad, por ejemplo, con la reflexión política o con un estudio de caracteres, que le darían mayor sustento dramático. Ni tampoco se genera una puesta en escena tan deslumbrante en términos visuales que hable por sí misma. Scherson sólo carga la película con una batería de elementos de orden estético de discutible gusto: la colorida fotografía (con un énfasis irritante del color en cada encuadre), niñerías visuales (todo lo relacionado con el celular) y unos cuidados planos sin valor narrativo.

Como escribí en su momento, a propósito de Play, Scherson hace rima, no poesía: es capaz de conciliar una serie de elementos con gracia, pero en su armonización no se desprende ni la pasión ni la belleza ni el misterio de un poema. Sus películas tienen una cierta ingravidez, que es exactamente lo que le genera simpatías, pero que del mismo modo las hace tan flojas, tan inasibles. Porque así como el desapego, el silencio y la contención puede ser una manera de expresarse, a veces sólo significa que no tienes nada que decir, o que simplemente no sabes cómo decirlo.

Turistas
Chile, 2008
Dirección:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Elenco:

Duración:
Alicia Scherson
Macarena López
Alicia Scherson
Ricardo de Angelis
Soledad Salfate
Philippe Boisier
Aline Kuppenheim, Diego Noguera, Marcelo Alonso, Pablo Ausense
104 minutos

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