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Film Estreno

Vincere

Solo contra todos Vincere

Por Joel Poblete

Costó que llegara a la errática y a menudo alicaída cartelera comercial chilena una película de Marco Bellocchio; a pesar de los premios y elogios, ni Buongiorno, notte, Il regista di matrimoni o L’ora di religione (Il sorriso di mia madre) consiguieron estrenarse entre nosotros, por lo que el veterano realizador de I pugni in tasca permanecía casi oculto para el público masivo, incluso aunque se trata de uno de los pocos cineastas de real interés que han continuado aportando al panorama fílmico italiano posterior a los años 60 y 70, al menos antes que las nuevas generaciones empezaran a agitar nuevamente las aguas en la última década.

Y la encargada de presentar a Bellocchio a las nuevas generaciones, esta cinta centrada en la casi desconocida historia de la primera mujer de Mussolini, merecía con creces su lugar en la pantalla grande: porque sin dudas la desbordada puesta en escena del director italiano, el ritmo intenso y sin pausas que logra desarrollar y especialmente la agobiante, contundente y casi omnipresente banda sonora de Carlo Crivelli (en la que se sienten ecos de Wagner, Mahler y Shostakovich) piden a gritos ser apreciadas en una proyección en 35 mm. Prácticamente no existe una crítica de esta película que no la haya definido como operática, y acá tampoco seremos la excepción: por la manera en que está filmada y cómo se desarrolla la historia, no costaría imaginarla como una obra lírica, y no es de extrañar que Bellocchio aproveche de introducir oportunos fragmentos de óperas en determinados momentos, como el Akhenaton de Philip Glass, la invocación de guerra de la Aída de Verdi precisamente cuando il Duce y su amante se enteran del incidente que dará por iniciada la Primera Guerra, o los imponentes y casi siniestros sones del "Te Deum" de la Tosca de Puccini para subrayar un momento clave en el Vaticano (a través de un fragmento documental), aludiendo a la relación entre la iglesia y la política. Por cierto, los nexos de Bellocchio con la ópera se han intensificado en el último tiempo: precisamente en septiembre del 2010 dirigió una versión de Rigoletto filmada en la Mantua donde transcurre originalmente la acción, protagonizada por Plácido Domingo tratando de cantar como barítono en el rol protagónico, y con la fotografía del legendario Vittorio Storaro, ni más ni menos.

Desequilibrada y por momentos tan intensa y visceral que roza la teatralidad más desatada, es precisamente por eso que Vincere se siente aún más fascinante en sus excesos, ya que a Bellocchio no le podemos pedir mesura si está abordando un descenso por los terrenos de la locura y el desvarío, tanto a nivel público como privado. En este sentido, quizás para algunos podrían aparecer como cuestionables las analogías que el realizador establece entre el personaje mediático y el íntimo y personal del Duce, al sugerir paralelos entre su forma de tratar a esa primera esposa a la que luego nunca reconoció, y la manera en que fue dominando la mentalidad del pueblo italiano; pero estas ideas de Bellocchio nunca se sienten tan torpes o de escaso vuelo como un simple panfleto político o un manual básico para entender las ideologías, lo que sin dudas se agradece.

En vez de optar por un tradicional biopic sobre Mussolini, el director prefiere contar la historia de esa mujer olvidada por la historia, que nunca se dio por vencida aunque tenía a todos en contra, y siguió intentando gritarle al mundo que era la verdadera esposa y madre del hijo del dictador. Interpretada con brío y entrega por la siempre volcánica Giovanna Mezzogiorno, Ida Dalser es la gran protagonista del relato, pero a la vez es el catalizador que permite que Il Duce se perfile como personaje, primero a través del actor que lo encarna, luego a través de las imágenes documentales que muestran al tirano real en pleno esplendor de su paroxismo frente a las masas (haciendo palidecer cualquier exceso de histrionismo de los actores), y posteriormente mediante el hijo ya crecido, interpretado por el mismo actor que encarnaba al Mussolini joven.

De esa manera, sin centrarse en Mussolini, Bellocchio consigue sin embargo retratarlo muy bien, intentando no juzgarlo de manera directa aunque plantee claramente sus características más cuestionables, incluso en lo íntimo (como en la memorable escena de sexo, una de las mejores del último tiempo, metáfora de la relación de dominio que el Duce podía establecer con quienes lo rodeaban). Lo que en un principio parecía una biografía conforme a los códigos más reconocibles del cine histórico, va transformándose en un melodrama en carne viva, que incluye fragmentos documentales, un atractivo y sorpresivo uso de los textos sobreimpresos en la pantalla, enigmáticas apariciones de figuras femeninas y una línea por instantes no del todo definida entre la ficción y la realidad, entre lo vivido y lo soñado. O sea, Vincere no es muy fácil de clasificar, lo que en vez de hacerla errática y confusa, la convierte en una producción mucho más compleja de lo que parece en un principio.

Con títulos como El último beso, Un casamiento inolvidable o Acuérdate de mí, el cine italiano que ha llegado a Chile en la última década nos (mal)acostumbró a la agitación descontrolada y frenética de sus personajes y el histerismo de su montaje, como reflejo de la apasionada forma de ser de su gente. Vincere también nos muestra a personajes en permanente agitación, que estalla en ira y grita y se exalta a la menor provocación, aunque en este caso sabe matizar con inesperados cambios de registro, con la emoción que surge en los momentos menos pensados: como cuando Ida se conmueve hasta las lágrimas con Chaplin y Jackie Coogan en una función nocturna al aire libre de The Kid, uno de los tantos momentos de la película en los que el cine sirve para reforzar tanto las emociones de los personajes, como para comentar los sucesos históricos (las imágenes del Octubre de Eisenstein) o directamente resaltar la naturaleza icónica y de ribetes épicos de la figura del Duce, comparable a la de los mastodónticos filmes de Pastrone y Antamoro que aparecen exhibidos. Quizás no es una obra maestra por completo, pero con sus desbordes a cuestas, o precisamente por ellos, como testimonio de una época y una sociedad en constante estado de convulsión, pero especialmente como registro melodramático de una mujer que luchó por no ser olvidada, Vincere es un nuevo triunfo fílmico de Bellocchio.

Vincere
Italia, 2009
Dirección:
Producción:
Guión:
Fotografía:
Montaje:
Música:
Elenco:

Duración:
Marco Bellocchio
Mario Gianani, Olivia Sleiter y otros
Marco Bellocchio y Daniela Ceselli
Daniele Ciprì
Francesca Calvelli
Carlo Crivelli
Giovanna Mezzogiorno, Filippo Timi, Corrado Invernizzi, Fausto Russo
128 minutos

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