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Jafar Panahi, director iraní "Lucho por mostrar la realidad lo mejor posible"

Jafar Panahi (Foto: Bernardita Birkner)

Que duda cabe: la presencia más significativa que tuvo el último festival de Valdivia fue Jafar Panahi. Este respetado realizador iraní estuvo en Valdivia durante todo el evento, y luego de una conferencia de prensa inicial, en cada proyección, presentó sus películas y dialogó con el público. Sencillo, generalmente vestido de negro, parece con su profunda mirada analizarlo todo.
(Foto: Bernardita Birkner)

Por Lucía Carvajal Berland

Tarea difícil es entrevistar a Jafar Panahi: nos ha concedido poco tiempo y el director se comunica solamente en su idioma natal. Barrera que, sin embargo, no es obstáculo para percibir la firmeza de sus convicciones, su lucha por imprimirle a su cine tanto la defensa de los derechos de su pueblo, como la universalidad de sus planteamientos. De su cine, del fluir de sus imágenes, se desprende la certeza que los suyos son testimonios poderosos de una sociedad fundamentalista y restrictiva que oprime a su gente, especialmente a las mujeres. Por eso asegura que el cine se ha convertido en "un arma para mejorar la situación". Pero advierte que aunque de la impresión que dentro del cine iraní no se asoman grandes diferencias entre sus realizadores, el cine iraní tiene varias y diversas personalidades. "Todos nacimos bajo las estrellas de este país, pero tenemos estilos muy diferentes", concluye. La entrevista es posible gracias al productor Adbullah Ommnidvar, quien oficia de traductor, con su natural entusiasmo y amor por el cine.

Crimson Gold (2003)

Jafar Panahi nació en 1960 en Mianhe, Irán. Cuenta que de niño seguía a hurtadillas a su padre al cine, pero sin que él jamás se enterara. A los doce años escribe un guión sobre su barrio y ya mayor estudia cine en la Universidad del Cine y la Televisión de Teherán. Trabaja más adelante en la televisión, es fotógrafo en la guerra de Irán-Irak y se inicia en el cine como ayudante de dirección en A través de los olivos de Abbas Kiarostami, quien además es guionista de su primer largometraje, El globo blanco (1995). Filme conmovedor, con dosis de suspenso, en el que centra su relato en una niñita que pierde un billete que le han dado para comprar un pez dorado el día de año nuevo. En 1997 realiza El espejo, en el que mezcla admirable y sorpresivamente realidad y ficción y cuya cámara sigue a una chica en sus dos facetas, la que no encuentra como regresar a su casa y sufre, y la otra, la que se atreve, la pequeña actriz que se rebela contra el papel que le han asignado. Estos dos filmes componen una trilogía con la que es considerada su obra maestra, El círculo (2002). La película es una historia descarnada, humana e intensa, cuyas imágenes, en permanente recorrido por las calles de Teherán, muestran la triste condición de la mujer iraní. En todas estas cintas, iniciadas con un largo plano secuencia, pareciera que el realizador busca atrapar el tiempo.

Sus siguientes filmes son Crimson Gold (2003), la historia de un soldado que pelea en la guerra Irán-Irak, y Offside (2006), su cinta más "comercial", inspirada en una pregunta que le hizo su hija de por qué las mujeres no pueden entrar a un estadio de fútbol. La respuesta, que desató carcajadas entre los periodistas que asistieron a la conferencia de prensa, es que los futbolistas, como se visten de "corto" y muestran las piernas, están "desnudos" para cultura iraní.

Offside (2006)

Pese a los numerosos premios que ha recibido, entre los que se cuentan, la Palma de Oro en el Festival de Cannes, el Oso de Plata en Berlín, el León de Oro en Venecia, sus películas no son conocidas en Irán porque han sido censuradas. De hecho, durante la conferencia de prensa, Panahi lee un mail que le llegó justo en ese momento de la Sony Pictures, distribuidora internacional de sus películas, donde le comunican que están solicitando al gobierno iraní que le permitan exhibir por lo menos una semana su última cinta para poder presentarla al Oscar, condición que exige la Academia. Al mismo tiempo, hay una campaña de firmas para lograrlo.

Menciono a Panahi una afirmación de Jorge Luis Borges: "la fantasía es una parte de lo que llamamos realidad", a lo que él responde que es lo mismo en el cine. "Hago mis películas primero en la mente y luego llego a la realidad y enseguida vuelvo a mis pensamientos, produciendo un juego inseparable entre la fantasía y la realidad. Es mi estilo y dentro de esta fantasía-realidad, lucho por mostrar la realidad lo mejor posible". Al hacer referencia a lo que dijo en la conferencia de prensa sobre el hecho que los límites en Irán son los que le han impuesto su estilo, agrega que "también es así, pero tampoco hay que aspirar a una sociedad llena de limitaciones para ser un creador". Y remarca: "aspiro a un escenario democrático, en el que no exista censura y tanto mis personajes como yo luchamos para que así sea". Le comento que percibo que los personajes-niños de El globo blanco y El espejo pese a su corta edad, demuestran permanentemente una gran energía y una determinación que los lleva a tomar decisiones arriesgadas, por lo que me parece una proyección suya y de su forma de hacer cine. "Esta sociedad está compuesta de muchos niños que están en una especie de enclaustramiento y quiero resaltar eso. También las mujeres están sufriendo y trato de reflejar la energía que tienen para combatir ese estado de las cosas. Tenemos real esperanza que serán ellas quienes tomarán la antorcha de la libertad" responde.

En relación a la permanente utilización de los niños en el cine iraní, sostiene que "yo empecé haciendo cine con niños, luego con las mujeres y ahora pienso en ocupar otros segmentos de la sociedad. Pero hace un tiempo –precisa- estaba de moda que los niños aparecieran en la mayoría de las películas por una razón práctica: a los niños los cortan menos, los censuran menos que a los adultos. A los niños no los toman en serio". Resume: "Los niños traspasan los parlamentos que dirían los adultos. Pero son testimonios espontáneos. Yo trato de no exteriorizar mis pensamientos a través de lo que dicen ellos, sino a través del ambiente por el que se desplazan". Para Panahi, los escenarios que elige y por los que sigue a sus personajes, son sumamente relevantes, una suerte de inspiración. Desde ese punto de vista, confirma que le parece que la niña de El espejo, por su forma de actuar es una especie de clarividente. Interrumpo para preguntarle si la secuencia inicial de la salida de los niños de la escuela es una forma de homenaje, de guiño a los hermanos Lumiere. Se ríe con ganas y estima que cada uno saque sus propias conclusiones.

El círculo (2002)

Le comento que si la idea del círculo (el uno es el todo), en El círculo, más que un ejercicio formal es su manera de filmar. "Trate que los cuatro personajes tuvieran una continuidad y que las cuatro secuencias sobre la mujer fueran en realidad una sola historia. La vida es circular y en lo circular queda poca escapatoria". Entonces insisto si su forma de filmar es circular. "Puede ser. Es increíble, todas las sociedades están en un círculo, unos más estrechos que otros. Cuando terminé la adolescencia tenía un círculo, hoy tengo uno más grande. Estados Unidos tiene un círculo chico", concluye riendo.

Quiero saber como ve el futuro del cine iraní y cuenta que está en constante evolución y desarrollo: "Estamos vigilantes que la nueva generación traiga algo fresco y tomen el mando".

Pregunto, para terminar, si de este viaje se lleva nuevas imágenes, a lo que apunta que "el viaje a este Festival es una experiencia que me produce una nueva ansiedad para seguir adelante produciendo más cine". Cuenta que lo invitan a muchos festivales, a los que considera como platos repetidos, pero lugares como Chile le resultan más estimulantes porque la gente tiene una mirada más fresca. Sin embargo, se lleva pocas imágenes y lo lamenta. "Los seguiré mirando, aunque sea a la distancia", declara.

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A la manera de Molly (2005)

La temática de jóvenes en conflicto fue lo que predominó en la competencia valdiviana. Una de esas películas fue el esperado estreno de El niño, de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, premiado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2005 y que recibió el Pudú como el mejor largometraje del festival. Un gran filme, impactante por su propuesta temática y por su distanciado realismo al encararlo. Los hermanos Dardenne mediante una meticulosa cámara se involucran, siguiendo de cerca la vida de la pareja protagonista, jóvenes marginales enfrentados al serio compromiso de ser padres. También centrado en personajes jóvenes y con alguna semejanza con El niño fue A la manera de Molly, ópera prima de la directora alemana Emily Atef. Una película interesante que puede parecer menor por su falta de estridencias estilísticas. Centrada en las dificultades que enfrenta una chica que decide viajar de Irlanda a Polonia en la incierta búsqueda del padre de su hijo es un relato que conmueve por su humana sencillez y la fortaleza de la protagonista. El filme, en el que participa una mayoría de equipo técnico femenino, recibió dos premios: a Mairead MacKinley como Mejor Actriz y a Patricia Lewandowska por Mejor Fotografía.

Lo más bonito y mis mejores años, que obtuvo el premio de la crítica, es la ópera prima del director boliviano Martín Boulocq. Una apuesta arriesgada en la que incorpora al relato constantes quiebres, utilizando secuencias fuera de foco, que determinan y definen a sus personajes protagónicos, nuevamente jóvenes desesperanzados. La cinta –cuyo director empezó a filmar cuando sólo tenía 23 años- ha marcado el resurgimiento del cine boliviano que no hacía películas desde el 2003. Tierra helada del finlandés Aku Louhimies, una dramática apuesta de desencuentros entre tres jóvenes, Prohibido Prohibir del realizador Jorge Durán, por la que recibe el Premio como Mejor Director, en la que dos estudiantes universitarios experimentarán cambios radicales en su vida cuando conocen a dos mujeres.

Lo más bonito y los mejores años (2005)

Por otro lado, dentro de los premiados, también estuvo la excelente Días de campo de Raúl Ruiz, que se coronó con el Pudú como Mejor película chilena, y Padre nuestro de Rodrigo Sepúlveda, narración que marca el reencuentro de un padre con sus hijos cuando ve acercarse su fin. Con esta premisa el director construye un relato dramático, no exento de humor y emoción, por el que el actor Jaime Vadell logró un Pudú como Mejor Actor.

Dos películas de realizadores argentinos, Crónica de una fuga, de Adrián Caetano, cinta estremecedora que transcurre en el Buenos Aires de 1977 durante la dictadura militar y El método de Marcelo Piñeyro, filme coral, sobre un grupo de postulantes a un puesto de trabajo que mantiene un permanente suspenso, recibió el pudú al Mejor guión.

El público por su parte se inclinó por premiar al filme Volver de Pedro Almodóvar. Sin duda representa una vuelta del director a la indagación de los universos femeninos, pero sin la intensidad, la visceralidad, los desbordes que lo caracterizó en filmes anteriores como La flor de mi secreto o Todo sobre mi madre. Una comedia negra más cercana al público, con muy buen nivel actoral, cuyo cambio en la mirada a sus mujeres y sus historias está impregnada de una cierta ternura. Ternura que talvez provenga de involucrarse con episodios que tiene que ver profundamente con sus raíces, con el pueblo donde habitó de niño, como con la memoria y la figura de su madre.

Publicada el 30-10-2006

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