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Ermanno Olmi: "El cine perdió su función de representar el mundo con las imágenes"

Ermanno Olmi

El septuagenario cineasta italiano, conocido en Chile por El árbol de los zuecos y La leyenda del Santo Bebedor, estrenó su última película, Centochiodi, en el festival de Cannes 2007 (y luego también visitaría Valladolid a fines de octubre). En la ocasión, conversó acerca del la vida, el arte y su decisión de no hacer más cine de ficción. Pero sobre todo de la vida.

Por Pamela Biénzobas Saffie

En la terraza del stand italiano del Village Internacional del Festival de Cannes, Ermanno Olmi sonríe cálidamente. Su más reciente película, Centochiodi, que además se supone será su última película de ficción, tuvo una presentación especial dentro del programa oficial del festival francés. A través de un discurso bastante grueso, puesto en escena de manera igualmente poco sutil, el film contrapone la erudición a la vida.

Igualmente, tras más de medio siglo de carrera, Olmi insiste en valorizar las cosas más simples de la vida frente al riesgo de vivir a través del saber o del arte. El mismo festival es motivo de una mirada a la vez nostálgica y crítica. "La primera vez que vine a Cannes fue en 1959. En esa época el festival era como una fiesta entre amigos", cuenta. "Hoy en día se ha transformado en un evento planetario, mundial. Es cine, es mercado, es moda; todo se celebra aquí. Y probablemente sea porque necesita ser así, pero pienso que un festival siempre tiene que permitir a la gente pasar tiempo junta, siguiendo el biorritmo del cosmos y de los latidos del corazón. Aquí, en este momento, no creo que nadie tenga la oportunidad de detenerse y reconocerse a sí mismo en el momento que está viviendo. Quizás me encuentre fuera de la historia; quizás esté demasiado viejo. Pero no me siento viejo. Me siento muy joven, porque creo que en el futuro, todo el mundo va a encontrar necesario volver a ese tipo de ritmo que solíamos tener. Los ritmos no son una cosa secundaria", dice, y señala la playa a unos pocos metros de distancia. "Mire las olas del mar. Tienen un ritmo propio, que se ve alterado cuando hay demasiados yates. ¿Qué ritmo prefiere? ¿El natural de las olas o el ritmo alterado debido al alto tráfico de yates y naves?".

Centochiodi

Olmi niega que Centochiodi critique los libros en sí, sino que "es la interpretación de las frases 'una caricia vale más que un libro' y 'todos los libros no valen un café con un amigo'. No estoy contra los libros y no creo que impidan la comunicación entre nosotros. Estoy en contra de los libros cuando se convierten en la razón de la vida, cuando absorben la existencia. Entonces se transforman en una limitación peligrosa para nuestra habilidad de vivir una vida plena. Pienso que los libros pueden mejorar nuestro comportamiento y nuestra comunicación, pero cuando una página escrita no se transforma en una vida vivida, sino que se queda como una página muerta, en ese caso es peligroso y estoy en contra, pues no está bien que se transformen en la razón de vivir. Por ejemplo, cuando se enamora, ¿prefiere ser acariciada por su amante o leer un libro sobre cómo poder amar mejor? Luego de leer una bella novela de amor, ¿quiere leer otra bella novela de amor o vivir una historia de amor como la que imaginó al leer? Lo importante es que los libros no nos impidan vivir una vida natural. Al principio de la película está la cita 'los libros, aunque necesarios, no pueden hablar por sí mismos'. Ésa es la clave para mí, mi actitud hacia los libros".

Tratándose de su última película de ficción, según anunció, y portando una declaración tan ostensible, es fácil ver un film-testamento, lo que Olmi reconoce. "Cuando me dije que no haría más cine de ficción, me pregunté qué película todavía no hacía. Inmediatamente pensé en ésta; esta era la película que quería hacer, donde intenté declarar con toda la lealtad posible que mi interés recae en vivir, en ser capaz de comunicarme con otros, de relacionarme con otros. Y no en el cine. Mi razón de vivir no era hacer películas, sino vivir y luego contar cosas a través de películas" asegura con firmeza.

"El cine siempre ha sido para mí algo importante, pero no lo más importante en mi vida. Lo más importante en mi vida es ser capaz de vivir. No soporto asistir a conferencias de intelectuales en que hablan todo el tiempo acerca de libros, y las respuestas se basan en citaciones de libros. Es muy peligroso separar la vida que imaginamos a través de los libros de la vida que vivimos realmente. El cine también conlleva ese riesgo. Siempre tenemos que estar conscientes de la diferencia entre la película que vemos y nuestra relación con las personas. Es muy fácil estar de acuerdo, especialmente con ideas políticas que se expresan en un libro o en una película. Pero ¿de qué sirven, si no, los libros y películas si luego nos engañamos y no hacemos aquello en lo que creemos? Al final, Cristo ha hecho lo mismo. Al principio era un rabino que estudiaba textos secretos y en cierto punto dijo '¿cuál es el sentido?' y dejó todo eso y decidió vivir su vida, tal vez no tomando café pero sí vino, con amigos".

Raz Degan en Centochiodi

Pese a su extensa filmografía, el realizador considera que "no tengo tantas películas, tengo una sola. Es como la vida con sus dolores y alegrías: es una sola. He hecho un solo film". Ermanno Olmi está consciente de los cambios radicales que ha experimentado el cine en estas últimas décadas, desde las tecnologías de registro hasta las maneras de visión, ya no necesariamente en la experiencia colectiva de la sala. "La pintura perdió su objetivo de representar la realidad del modo en que la veían todos con sus propios ojos cuando fue desafiada por la fotografía. Y por supuesto que la pintura no se podía rendir ante la fotografía, sino encontrar nuevas formas, otro espacio para expresarse", dice. "Creo que el cine está en la misma situación hoy en día. Literalmente está siendo asediado por otras formas de comunicación visual. Un cineasta o cualquiera que es capaz de usar una cámara hoy en día, ha tenido que encontrar otra función, porque el cine ha perdido su función de representar el mundo a través de imágenes en movimiento como lo ha hecho hasta ahora. No desaparecerá. Tiene que encontrar su propia alma, especialmente cuando se ve desafiado por todas estas otras formas de comunicación, y volver a sus orígenes y a su esencia como todas las artes figurativas están haciendo hoy en día. De algún modo volver a las cavernas con sus grabados en la roca, la pintura rupestre. Tiene que ser capaz de deshacerse de todo lo que es inútil, que no pertenece a sus formas de expresión. Por eso ya no haré más cine de ficción… para hacer cine".

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